Creo que uno de los principales temores
del lector, además de llevarse un chasco con el libro que ha estado leyendo, es
encontrarse con un ejemplar que sobrepase las mil páginas escritas. Hablando por
mí, puedo contar con los dedos de una mano los libros de más de mil páginas que
tengo en mis estanterías.
Recuerdo que este fue el primero
que cayó en mis manos y fue gracias a una asignatura que cursé durante segundo
de bachillerato: Literatura Universal. Casi me caí de la silla de mi pupitre
cuando el profesor sacó el libro de Giovanni Boccaccio editado por Cátedra, el
cual yo me compré después y me costó un ojo de la cara, todo hay que decirlo. Sin
embargo, el león no es tan fiero como lo pintan y el «Decamerón» por muchas páginas que tuviera (concretamente 1.147) no
me iba a achantar.
Y me puse a leerlo y, para mi
sorpresa, fue mucho más ligero de leer que muchos ejemplares que ni siquiera
llegan a las cuatrocientas páginas. Bajo mi punto de vista, pienso que la
facilidad de la lectura se encuentra en lo ameno que llegan a ser los relatos
que contiene, porque el «Decamerón»
es un libro que contiene una gran cantidad de historietas, lo cual nos hace
asemejarlo con libros como «Las mil y una
noches» o «El conde Lucanor» de
Don Juan Manuel, quien junto a Boccaccio y Chaucer (autor de los «Cuentos de Canterbury») forma la
Trilogía de grandes cuentistas del siglo XIV.
Estas tres obras se caracterizan
por tener una estructura basada en un relato marco, lo que quiere decir que los
libros se encuentran divididos por una serie de, llamémosles, capítulos, aunque
técnicamente no se llaman así, ya que no tienen conexión uno con otro. El «Decamerón» está dividido en un total de
diez jornadas, las cuales agrupan unos cien cuentos entre ellas.
Apartando a un lado la estructura
de este gran libro, vamos a centrarnos en el argumento del que se nutre. La novela cuenta cómo siete damas y tres caballeros huyen de la peste
que asoló Florencia (descrita con detalle por Boccaccio al principio del libro)
en 1348 y se refugian durante diez días en una casa de campo. Allí se
entretienen contando cuentos, cuyos temas varían dependiendo de quién es
nombrado rey o reina, pues ellos son los encargados de dirigir las narraciones
de cada jornada. Tras los días de retiro, los jóvenes, para evitar que surjan
murmuraciones, deciden volver a la ciudad.
Para hacer un breve sondeo de lo
que podéis encontrar en la obra sin necesidad de hacer ningún “spoiler”, os
diré que los temas de las jornadas versan sobre vicios, deseos, amores (felices
e infelices), infidelidades… Temas que hasta entonces no eran muy tratados.
Para mi gusto, la mejor de todas las jornadas es la séptima, la cual va sobre
las burlas que las mujeres han hecho a sus maridos habiéndose dado ellos cuenta
o no. Sin lugar a dudas, es una de las más divertidas y, para qué negarlo, con
algunas escenas subidas de tono que, por aquel entonces, eran prácticamente
impensables.
Lo mejor que tiene el «Decamerón» es que no tienes que leerlo
en orden, es decir, si un día te apetece saltarte de la jornada primera a la
séptima, puedes hacerlo, ya que (como os he dicho con anterioridad) no dependen
una jornada de otra.
Mi recomendación es que lo leáis,
sobre todo, si os gustan las novelas basadas en historietas cortas como esta o
las nombradas con anterioridad. Yo, particularmente, me he leído las tres
mencionadas y, sin dudarlo dos veces, me quedo con esta, no sólo por la
diversión que encierran sus páginas, sino porque está obra logró superar a
todas las “colecciones de cuentos” anteriores y, por algo será.
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