He de reconocer que esta película
captó mi atención, simplemente, por estar basada en el libro «Bodas de Sangre»
de Federico García Lorca, el cual pude leerme cinco años atrás. Lo que más me
llamó la atención de él fue que estaba escrito tanto en verso como en prosa y, para
qué negarlo, la parte fantasiosa y de leyenda que envuelve el relato también
logró capturar mi atención.
Digamos que mis expectativas en
vistas a la producción de Paula Ortiz eran bastantes elevadas, pues conociendo
el buen sabor de boca que me dejó el libro de Lorca, esperaba que la película
estuviera a la altura. Obviamente, ya sabía que no iba a estar planteada de la
misma manera que la tragedia, ya que en ella la protagonista es la madre del
novio (en la obra se la conoce como “La madre”). Mientras, en la cinta, el
papel principal recae en los hombros de “La novia” a quien da vida Inma Cuesta.
Este simple cambio de papel protagonístico
puede jugar a favor o en contra de la producción y, para suerte de Ortiz,
estuvo de su parte. En el libro, la historia gira en torno a “La madre” y a la
muerte de su hijo. Se tiene a “La novia” como la causante de tal desgracia y,
aunque en la película sigue siendo así, “La novia” pasa a tener un trasfondo
algo más amplio que el que Lorca le dio en su obra y “La madre” pasa a ser un
papel secundario, pero no por ello menos importante.
Para aquel que no se haya leído «Bodas
de Sangre», tampoco supone ningún problema, ya que, desde el inicio, podemos
vislumbrar cómo acabará la película. Ésta comienza con una escena que
transcurre a la mañana siguiente de la boda y, tras un breve diálogo en el que
aparecen “La novia”, “La madre” y “El padre de la novia”, tiene lugar un «flash-back»
que lleva al espectador al día antes de la boda y, posteriormente, a la ceremonia
que desencadena los hechos que nos llevan nuevamente a la escena del inicio,
con la que, instantes después, concluye la producción.
Pero «La novia» no se debe solo
al buen hacer de Paula Ortiz, sino también del elenco que conformaba el
reparto, entre los cuales podemos destacar a Inma Cuesta (“La novia”), quien
hizo una soberbia interpretación que plasmó el amor desenfrenado que la
protagonista sentía por Leonardo y el amor tranquilo y sosegado que despertaba “El
novio”. A su vez, también son remarcables las actuaciones de Álex García
(Leonardo), Asier Etxeandía (“El novio”) y Luisa Gavasa (“La madre”), ya que
gracias a este papel se hizo con el Goya a la mejor interpretación femenina de
reparto. Y, a mí, particularmente, me gustaría resaltar a María Alfonsa Rosso,
la actriz que interpretó a “La mendiga” y, que para mi gusto, estuvo espectacular
y mantuvo su halo de misterio hasta el final de la película.
El fenómeno fantástico también es
un punto fuerte de esta producción junto al intercambio de papeles. La
directora jugó con las metáforas sobre las navajas y cuchillos que tanto
atormentaban a “La madre”, para crear cuchillos de cristal en la escena culmen
de la película. Además, justo en esa frecuencia, hace un juego o paralelismo
con la profesión de “La novia”, pues esta trabaja con el cristal y,
casualmente, son dos cuchillos de cristal los que la sentencian en los últimos
minutos del filme. También hay detalles como las
fotografías, los sonidos habitualmente dramáticos y la increíble banda sonora
compuesta por Umebayashi y Johnson que aportan características propias a la
historia.
Para mí, sin lugar a dudas, la
mejor escena de la película y, por ende, mi favorita es el último encuentro
entre “La novia” y Leonardo, el cual se realiza en verso. La profundidad y los
sentimientos que guardan esas palabras y que tan bien supieron dar vida Inma
Cuesta y Álex García, hace posible que la piel del espectador se torne de
gallina.
Obviamente, mis palabras son una
invitación para que aquellos que no la hayan visto, la hagan cuanto antes. Si
sois amantes de todo lo que ha salido del puño de Federico García Lorca, «La
novia» no os decepcionará.
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