Acta est fabula

viernes, 5 de agosto de 2016

No estoy llorando, no estoy llorando. Tan solo se me ha metido en el ojo uno de los personajes más tiernos de la historia de la literatura. Antaño no era yo precisamente de los que se ponían a llorar con un libro, película o serie, de verdad. Pero últimamente he notado, y cada vez me ocurre con mayor frecuencia, que no puedo evitarlo. Y este libro en concreto, he de reconocer que me sacó más de una lágrima. 

Tengo que decir que «El Guardián entre el Centeno» llegó a mis estanterías de una forma algo peculiar; ¿soy el único que regala libros a sus padres sabiendo que al final se lo quedará uno mismo? Pero lo cierto es que he tardado bastante en aventurarme con él, y la culpa la tiene una reseña que leí hace eones en algún blog de pacotilla (perdón) donde se aseguraba que el libro era pésimo, así como sobre todo lo era el estilo de Salinger. Sin embargo, decidí el otro día darle la oportunidad que se merece todo libro que pasa a la historia, y lo empecé (¡y menos mal que lo hice!, ya que «El Guardián entre el Centeno» se ha colado "sin pasar por la casilla de salida" entre mis libros favoritos hasta el momento). 

La historia la cuenta un crío, Holden Caulfield, a modo de "biografía". Aunque ni mucho menos nos cuenta su vida completa, con los breves pasajes que describe el muchacho nos deja ver en su totalidad la clase de persona que es, cómo vive su particular vida, sus manías, sus pensamientos más sinceros y excéntricos. Se autodestripa de una manera genuina, brillante, y siempre con un estilo tan pueril y desvergonzado que da gusto leerlo (de verdad de la buena). Casi parece de verdad estar leyendo las palabras de un joven adolescente (pero no de uno "al uso", porque si algo no es Holden, es usual). 

Si lo leéis o habéis leído en español, supongo que os sorprenderá tanto como a mí el abusivo uso de expresiones como «y todo eso», «no estoy en vena», «Jo», a las que tanto le gusta recurrir al autor. Pero, lejos de provocar en el texto cierta sensación de irrealidad y falsedad (intentando un hombre adulto adaptarse al lenguaje adolescente), consigue todo lo contrario; una vez que la sorpresa inicial por tanta recurrencia pasa, estas expresiones suenan en la mente del lector (o al menos eso me ocurrió a mí) como si en verdad las estuviera emitiendo un joven. Parece taaan real y puro; Salinger consigue introducir a los lectores de lleno en la historia, nos hace creer que de verdad existe este tal Holden Caulfield. Y he reconocer que yo, personalmente, me sentí identificado en multitud de pensamientos con el protagonista. Sin duda, es un libro que me encantará volver a leer dentro de un tiempo, para ver si aún pienso las cosas tal y como las piensa el joven Caulfield.

Si has leído, como yo, alguna reseña (de pacotilla) que desdeñara el trabajo (espléndido) de Salinger (un grande), espero que al menos con esta humilde aportación mía, se te haya equilibrado la balanza y te pique el gusanillo de querer saber más sobre Holden. Te animo de veras, sí, a ti, al que está leyendo esto, a que te aventures con este (maravilloso) libro y todo eso. Pero, jo, no lo hagas hasta no estar en vena, porfa.

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