¿Os acordáis de aquellas “lecturas
obligatorias” que nos hacían leer algunos profesores cuando íbamos al colegio,
incluso al instituto? Raro era el año que no tenía para leer al menos uno o dos
libros durante el curso, aunque me imagino que a todos nos ha ocurrido igual.
Recuerdo que, aunque leyéramos el libro en casa por nuestra propia cuenta (yo
lo hacía), en clase leíamos los capítulos en voz alta para comentarlos y, aunque
a algunos podría parecerle un pelmazo, a mí me encantaba.
A día de hoy, aún puedo recitar
de memoria los libros que tuve que leerme tanto en la E.S.O. como en el Bachiller
(incluso yo misma me sorprendo de mi memoria). He de admitir que algunos ya los
conocía, como «El niño con el pijama de
rayas» que me tuve que leer con catorce años. Pero, había otros que
desconocía y esas “lecturas obligatorias” –lo pongo entre comillas porque,
aunque se le llamen así, yo no me sentía obligada a leerlas– me ayudaron a
conocerlos, como por ejemplo, el libro que os traigo hoy.
«El retrato de Carlota» es el segundo libro de una trilogía de Ana
Alcolea. El primero que conforma esta pequeña serie es «El medallón perdido» y el último, «Donde aprenden a volar las gaviotas». Y os preguntaréis, ¿por qué
nos hablas del segundo y no del primero? Pues, básicamente porque yo comencé la
lectura de estos libros por el que os comento. Necesariamente, no hay que establecer
ningún orden a la hora de leerlos, porque trata temas totalmente diferentes.
Aunque es cierto que hay breves detalles que enlazan un libro con otro, pero
son tan ínfimos que quizás ni los necesitemos. Mas, si queréis seguir el orden,
es totalmente justificado, pero no temáis si, por ejemplo, queréis comenzar con
la historia de Carlota.
He de admitir que a mí lo que más
me gustó de este libro, aparte de su historia, era dónde está ambientando: en
Venecia. Pero no en una época cualquiera: en Carnavales. Todo el mundo conoce
la fama que tienen los Carnavales y, por lo que he podido descubrir leyendo
diversas opiniones, el de Venecia es uno de los que hay que estar al menos una vez
en la vida. Además, Ana es capaz de trasladar al lector a la Plaza de San
Marcos, hacerle vivir el carnaval desde allí y eso, simple y llanamente, me hizo
atesorar este libro como si de una pequeña joya se tratase.
Pero, no todo en el libro va
sobre el Carnaval de Venecia, al cual Carlota, nuestra protagonista, va de
vacaciones para pasar las mismas junto a su tía Ángela, una novelista que vive
en un antiguo palacio de la ciudad italiana. Las páginas de este libro
encierran el misterio de la bisabuela de Carlota, que casualmente se llama como
ella, y murió en extrañas circunstancias, las cuales nunca se han llegado a
saber con exactitud.
¿Todavía no os ha entrado el
gusanillo de la lectura? Porque, a mí me están entrando ganas de volver a
leerme el libro de nuevo y eso que lo tengo ya casi gastado de las veces que me
he sumergido en su historia. Pero es que, aunque resuelvas el misterio al final
del libro, siempre hay un motivo que te hace volver a leerlo, volver a vivir la
experiencia de estar buscando un misterio o un fantasma durante los Carnavales
de Venecia.
Cierto es que suelo leer pocos
libros de autores españoles contemporáneos, pero, sin lugar a dudas, cualquier
libro de Ana Alcolea es digno de ser conocido. Nada más os digo, sólo que os
adentréis en los canales de Venecia, lupa en mano, para acompañar a Carlota,
Ángela y el resto de personajes en esta misteriosa aventura.
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